viernes, 24 de abril de 2009

EL TIEMPO NO PARA

por Juan Martín Cueva

Texto leído durante la presentación del libro OTRO CIELO NO ESPERES


Y qué puede decir uno sobre un libro de fotografía. Si una de las particularidades de la fotografía es justamente la ausencia de palabras explícitas, y la libertad que eso le permite al ojo y al cerebro del espectador para proponer mil palabras que están implícitas en las propias fotos… entonces hablar de una fotografía es medio absurdo, medio inútil, medio ridículo, como la carrera de quien trata de correr más rápido que su sombra.


Cuando uno ve una foto la tentación primera es hablar de lo que uno ve, y se supone que es lo mismo que vemos todos, que la realidad está ahí reproducida, que la foto es solo una huella de una realidad, un testimonio. Pero mentira, detrás o dentro de cada foto están miles de realidades, millones de verdades, tantas cuantos pares de ojos y cuantas cabezas las ven, las leen, las reciben, las procesan, las digieren. Cada uno encuentra en cada foto de este libro su propia verdad, su ciudad que no es la misma Quito, su tiempo que no es este mismo principio de siglo, su religión que no es la misma de esas tres señoras o las de esos dos temibles personajes encapuchados. Se trata de cosas que nunca han sucedido, una cosa que el Coco se inventó y nos cuenta, y para colmo se trata de una cosa que cada uno de nosotros sigue rumiando, por eso cada vez que veamos estas fotos nos van a decir otra cosa.




Por ejemplo ayer que estaba escribiendo este texto, por culpa de una coincidencia de fechas, de pronto ya no veía las formas de dentro de la foto sino las formas de la superficie de la foto, y entonces en vez de ver a ese penitente de la portada cargando con sus collares y su musculoso torso desnudo, me puse a ver a los góticos de la Factory, a las diecinueve víctimas de hace casi exactamente un año, y de ahí caprichosamente la memoria, y las fotos del Coco, me llevaron tres años más atrás, más adelante se diría en quichua, o sea suman cuatro años en el pasado, casi exactamente hoy, y veo un fotógrafo chileno muerto por asfixia en la primavera de los forajidos. Y ya estoy lejísimos de la semana santa y de la procesión de Jesús del Gran Poder: ya estoy en Solentiname y en un texto de Cortázar, en una sala en que se proyectan diapositivas y ese otro Julio, tocayo del fotógrafo chileno, ve lo que no muestran las fotos…


No, no han sido tan fijas como se puede pensar las fotos fijas del Coco, porque no son clishés sino que son propuestas. Y el penitente éste no está tan solo que se diga porque en las fotos del Coco siempre lo que queda fuera del encuadre ha sido casi tan importante como lo que quedó dentro de la foto. Toda la poesía, la filosofía, lo cómico y lo lúdico de una foto como la del cura volador está en el fuera de cuadro. Los pies del sacerdote a centímetros del piso y el niño en el suelo, levantando los brazos como pidiendo el aplauso del público ante el impresionante número de prestidigitación que acaba de realizar. Las formas no se bastan a sí mismas, hace falta una lectura crítica, burlona, irreverente, de la realidad, hace falta imaginación también. Esa es la mirada que estas fotos no solo que contienen, sino que despiertan en el que las mira.Entonces ni el cura levita ni el penitente está solo, a menos que nos pongamos filosóficos diciendo que siempre el hombre está solo, aunque esté rodeado de veinte mil personas peregrinando junto a él descalzos, o de rodillas, o clavándose silicios. Una canción de Cazuza, un rockero brasileño al que se lo llevó el Sida, se llama El tiempo no para, y se me hace que algo tiene que ver con lo que estoy ratando de decir de las fotos del Coco, de los personajes dentro de las fotos del Coco, del de la portada, más claro:


Pero soy solo un hombre más.

Cansado de correr en la dirección contraria,

sin podio de llegada

y mi amor me corta la cara,

porque soy sólo un hombre más.


Pero si piensas que estoy derrotado,

quiero que sepas que me la sigo jugando

porque el tiempo, el tiempo no para.

Unos días sí, otros no,

estoy sobreviviendo sin un rasguño,

por la caridad de quien me detesta.

Yo veo el futuro repetir el pasado.


Yo no tengo fechas para recordar

mis días se gastan de par

en parbuscando un sentido a todo esto.


La verdad que a mí que queda en la retina y en el cerebro es una verdad de tristeza, de soledad, de que hay que “quemar tiempo” expiando expiando, pero el tiempo no se deja atrapar ni por el Coco, que no sé cómo hace para que en sus fotos supuestamente fijas siga pasando el tiempo, sin parar.

viernes, 17 de abril de 2009

martes, 14 de abril de 2009

LANZAMIENTO DE OTRO CIELO NO ESPERES

Boletin de prensa:

En El Pobre Diablo
Otro cielo no esperes
Presentación de libro de fotos de Francois “Coco” Laso
Comentarios: X. Andrade y Juan Martin Cueva
Quito, martes 21 de abril de 2009 a las 19h30

Los rituales religiosos son un gran pretexto para fotografiar y fotografiar es, a veces, un gran pretexto para percibir visualmente aquello que uno no entiende. Estas imágenes son la búsqueda de las apariencias visibles del sentimiento de lo religioso, si acaso aquello puede ser fotografiado. Son la manera de acercarme a un tiempo y a una religiosidad que no poseo: la fotografía me permite explicarme el lugar en el que vivo.
Inicié el trabajo en 1999 y fue un ejercicio que fue adquiriendo densidad, volumen y forma mientras fueron pasando los años. Así el libro surgió como una necesidad. Me pregunto aún hoy si fui al encuentro de un mundo hecho de seres y objetos o si más bien me contenté con un mundo hecho de imágenes. La fotografía no es una reproducción inocente de lo real sino una elaboración subjetiva, una tenue huella de las apariencias de lo real. ¿Quiénes somos, visualmente, durante los rituales de semana santa?.
Dejé de fotografiar cuando sentí que me repetía, que había agotado en mí las posibilidades de mirar los rituales religiosos de Semana Santa: en definitiva, cuando ir se convirtió en una penitencia.
Francois coco Laso